Aunque la palabra “frustración”, no debe tener lugar en nuestro vocabulario; un indiscreto aroma de voces en el desierto, se cuela cuando se produce un silencio prolongado a cualquiera de nuestras manifestaciones.
Los que escribimos, que solemos hacerlo por puro espíritu de aventura, siempre llevamos la pesada carga de poner los caracteres necesarios, ordenarlos y hacerlos llegar a las personas que tengan a bien, leerlos.
A veces, la pura magia del momento, hace que se produzca la chispa de la conexión; es muy gratificante recibir una respuesta, aunque sólo sea un stick, o como quiera que se le llame a esos emoticonos que hoy nos facilitan la comunicación, o acaso, nos evitan tener que devanarnos un poco los sesos.
Poniéndonos en el presente, que debe ser lo que toca, como cualquier regalo. Tenemos la despensa llena de información, tan llena, que apenas nos caben más escritos, más opiniones, más vídeos y audios. Estamos saturadas.
Y, para centrarnos en el particular caso que nos (me) ocupa, quiero reconduciros hacia el último de mis artículos. “Siempre nos Sobrará un Cactus Sobre el que Sentarnos”; tenía esperanza de que fuera motivo de crítica, de risas, de comentarios diversos y, por qué no, divertidos. Pero ha pasado casi desapercibido para la mayoría, o ese es el valor que pongo a la escasa respuesta recibida.
Había pensado retomarlo, reestructurarlo, analizarlo, romperlo...para hacer llegar el sentido que subyacía en el mismo. Lo intentaré; pero no puedo prometer nada.
Desde el propio título hago referencia a lo incongruente del punto en que se haya la historia de la humanidad, de la que tú y yo, formamos parte; aún sin querer. Tenemos de todo lo que no necesitamos y lo tenemos en abundancia, podría haber sido otra forma de expresarlo.
Si entramos de lleno en el contenido; mi referencia al histórico “No hay que dejarse engañar” que, aunque lo recibimos desde la inocente experiencia de Aryen, sabemos que proviene del padre de Miguel, quien lo hace llegar a su hijo y nos coloca en el primer escalón de lo que viene a ser el aprendizaje (Cuidado con el escalón!; lo recordaremos de aquella performance en el Soldadito de Plomo).
Como veis es todo una urdimbre de sensaciones, al fin y al cabo, sentimientos, que obran en nuestro devenir como grupo y que han venido dejando su sustrato en quienes las hemos vivido directamente.
De éste párrafo saltar al siguiente con las consiguientes dudas que nos plantea la gestión de la crisis que estamos soportando con un estoicismo ejemplar, sólo había que pasar por aquí, en el momento presente.
Quienes se han autoproclamado examinadores de toda conducta humana, casualmente o no; vienen a ser aquellas personas de quienes dudábamos capacidades para realizar las funciones que nos habían venido prometiendo, con reiteración y sin éxito alguno. Ellos son los que vuelven a estar en el punto más alto de los escalafones de valores humanos. Porque no quiero preguntaros, os voy a permitir que penséis un momento, no tiene efectos secundarios y si los tuviera, serían beneficiosos.
Con las armas en la mano; es lo que supone un estado de alarma. Nos tienen donde querían, absolutamente desarmados; desarmados de nuestra esencia como personas, como seres humanos, como seres amables. Nos cierran todas las puertas al contacto, excepto las muy íntimas. La excusa perfecta está en la posibilidad de un hipotético contagio que, ATENCIÓN! Es bastante menos peligroso que el de la gripe común. Y a mí, me huele a chamusquina; pero de la barata.
Nuestros sentimientos, en este caso, se ven obsoletos (por el bien de la mayoría); huelgan los abrazos, huelgan los besos, las palmaditas de consuelo, el hombro en que apoyar nuestras desdichas tanto como nuestras alegrías...Nos devuelven más miedo, una y otra vez, siempre el eterno miedo; su mejor argumento para dominarnos. Se nos previene de que, la mayoría de nosotras, no somos en absoluto necesarias para un sistema que se ha hecho automático, hasta el punto de que sólo necesitamos; agricultura intensiva, ganadería intensiva, sanidad, productos farmacéuticos, tabaco y circo (tener el ocio cubierto). Todo esto, sin salir de casa más que para lo imprescindible (se estaba
agotando el petróleo; así durará más tiempo, mientras inventan algo para seguir teniéndonos atados con la energía). Lo que nos dejan como mensaje es que somos prescindibles, al menos, un buen porcentaje de los seres que habitamos el planeta. Resulta curioso que sean las personas mayores y las que tienen patologías anteriores, las más afectadas por ésta pandemia (no puedo evitar que mi mente vuele hacia la antigua Esparta, o el Holocausto Nazi).
Por todo esto, compas, he querido pararme a reescribir el artículo de marras. Se muy bien que vosotras sois de las personas que, para mi, hacéis verdadera falta en éste planeta y en cualquiera otro que se preciara de tener seres inteligentes sobre su superficie.
En fin y por fin; espero que estéis gozando de vuestro confinamiento; hay cosas que no se pueden confinar, la creatividad es una de ellas.
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