El Abasto se convierte en un set de filmación y nadie se da cuenta
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El Abasto se convierte en un set de filmación y nadie se da cuenta

La industria del cine procura que los costos sean lo mas accesibles posible,sobre todo en las mega producciones .Si los paisajes o los escenarios se pueden reproducir en un lugar donde los costos se achican,hacia allí van .Varias producciones vinieron a nuestro país, una de ellas fue Highlander 2.Este film que supo convocar público en todo el mundo en los años 89,90

Pablo Kulcar | 20 oct 2019


 

 Por Daniel D. González

Corrían los primeros noventa y un videoclub de San Telmo ostentaba una gran cabeza de águila dorada herencia del rodaje; quién se adentrara en aquel puerto pre colonización inmobiliaria vip aún podía distinguir rastros de decorados al otro lado de los dockes. Es que entre los años 1989 y 1990 tuvo lugar en Buenos Aires aquella gran producción que iba a ser y no fue, un pretencioso intento que se materializó del modo menos auspicioso: Highlander II: The Quickening (1991).

 

Un desvío lateral que achica costos

Pero antes esta accidentada historia, tomemos un desvío lateral (no menos accidentado por cierto): un paseo por aquellas colectoras del cine hoy constituyen un destino de turismo alternativo para cinéfilos del culto Z. Estamos hablando específicamente de producciones de bajo presupuesto estadounidenses cuyo común denominador es haber sido filmadas en Argentina durante la década del ochenta. Estrictamente coproducciones, como las de Roger Corman con Aries y que, como dijese el mismo Héctor Olivera, eran proyectos que se hacían “imprescindibles para mantener abiertos los estudios”.

 

Ezeiza es más económico

Quién siga la carrera de Steven Seagal sabe de sus recientes avatares por callejones de la ex Unión Soviética, Bruce Willis lo supo en Duro de Matar 5 (2013) mientras perseguía al hampa húngara e incluso Daniel Craig, bajo los cielos de Bolivia, lo intuyó como el 007 en Quantum of Solace (2008): el cine no escapa a la lógica de industria y como tal un lugar cuyo tipo de cambio sea favorable siempre es un buen lugar para rodar. Particularmente si se trata de presupuestos ajustados. Así en Los Hechiceros del Reino Perdido (1985), producida por Corman y dirigida por Olivera, los bosques de Ezeiza pueden dar bosque fantástico y un hombre en un amorfo disfraz de peluche blanco puede reemplazar a lo que el guion establecía debía ser un león alado.

 

Todo a bajo costo

La lista no se acota al subgénero “espadas y hechicería” y encontramos títulos de acción como por ejemplo Cocaine Wars (La muerte blanca, 1985) interpretada nada más ni nada menos que por la dupla Luppi-Ranni y el ex “Duke de Hazzard” John Schneider. Amén de las caras visibles, también estás producciones significaron trabajo para equipos técnicos del medio local y, en su contraparte, los productores extranjeros contaron con personal técnico calificado a bajo costo. Cintas que por cierto denotan un particular desdén estético narrativo y cuya historia ha analizado pormenorizadamente Diego Curubeto en sus libros Babilonia Gaucha: Hollywood en Argentina y Argentina en Hollywood (1993) y Babilonia Gaucha Ataca de Nuevo (1998), fuentes de información en suma recomendables para quien se interese en transitar estos callejones.

 

Ninjas Made in Argentina

Las artes marciales obviamente no iban a privarse de este festín y ahí encontramos a Rage of Honor (1987), también conocida con el más sugestivo título de Contacto Ninja en Argentina. Críptido cinematográfico en modo héroe japonés especialista en karate con Shô Kosugi, militante del estable del elenco del subgénero de películas de la Cannon Films que contienen la palabra “ninja” en su título. Quién se atreva a la experiencia “Contacto Ninja” encontrará al gran Ulises Dumont en un papel de reparto como buche, al clásico Carlos Estrada haciendo uso de un extravagante inglés, una fiesta de narcos en un yate del tigre y peleas sin justificación argumental entre otras cosas; o más que “cosas” deberíamos decir “entre otras explosiones”: autos, quinchos, fabricas, y más autos, todos explotados.

 

Highlander, aquí ya no es inmortal

 

Highlander 2 supo generar otras expectativas, al fin y al cabo era la secuela de un gran éxito mundial del videohome, contaba con dos estrellas y auguraba un suceso comercial en salas de todo el mundo. Quizá por todo eso o por la irrefrenable seducción que provoca el fracaso, es que su fama infame ha ido creciendo a la sombra de blogs abandonados y rankings de peores secuelas. Película que quizá no habría visto su rodaje por estos lares, si previamente Corman no hubiese abierto el séptimo sello.

Así las cosas, la segunda entrega del famoso inmortal está signada por un rodaje tan accidentado como su guion: personal extranjero despedido casi a escala masiva, hiperinflación que llevó a suspender su preproducción momentáneamente, y estrellas y director sumidos en una nebulosa de incierto profesionalismo. Banalidades, si consideramos lo que constituyó una circunstancia trágica: el accidente fatal de un obrero que se encontraba trabajando en los decorados del puerto, debido a la falta de inversión en seguridad por parte de la negligente empresa contratista. Y es que uno de los puntos que también signó el rodaje fueron los problemas con los trabajadores, tanto locales como extranjeros, debido a las condiciones de flexibilidad establecidas con tal de cumplir con los plazos establecidos.

Como señala Curubeto, los problemas financieros derivaron en que el proyecto quede a merced de un grupo de completion bond, una la compañía de seguros que garantiza la finalización de un proyecto asumiendo el control casi total y recibiendo a cambio un porcentaje nada despreciable de las futuras ganancias. Amén de este toque de queda financiero, el film de Russell Mulcahy parecería haber sido marcado a fuego desde el vamos por su incongruente guion; en las antípodas de Razorback (1984), aquel segundo y destacable film del australiano.

 

Aprender a defenderse sin escudo

Estamos en la Opera, es el año 2024, la capa de ozono se ha extinguido y el mundo se protege con un escudo eléctrico. En algún momento advertimos que Connor MacLeaod, el personaje que encarna Christopher Lambert, fue quién desarrolló ese escudo: premisa que por cierto despistará particularmente a quien busque continuidad con el film que lo antecede. Falencia acentuada por la imposibilidad de incluir material de Highlander (1986) que aporte background a la historia, debido a tretas financieras de dudosa legalidad por parte de los productores Bill Panzer y Peter Davis. Un villano – el inoxidable antagonista Michael Ironside - irrumpe para cobrarse la vida de Highlander y de paso establecer una sociedad forzosa y maligna con la corporación que usufructúa el escudo. También, claro, contamos con un Sean Connery (probablemente en uno de los trabajos más dudosos de su carrera) quién se materializará cuando McLeod llame a su nombre para luego desvanecerse de un momento a otro frase grandilocuente sin sentido mediante.

Completa el cuadro Virginia Madsen como la dama enamorada del inmortal, inmortal que viene del pasado o de otro planeta. Bueno, en este punto es importante una aclaración: McLeaod, su amigo y su archienemigo, vendrán del pasado o del futuro según cual sea el corte que veamos. Justamente las distintas versiones que ostenta el film son un indicador de su incierto rumbo. Por lo menos tres versiones, que cambian en número de escenas, orden narrativo y final. Es cierto que el corte de director será el que parcialmente logra ordenar el caos, lamentablemente siendo ya casi imposible dar con la versión de estreno en salas o de alquiler hogareño. De cualquier modo, afirmar categóricamente que agregar casi 20 minutos de duración al film no supone daños colaterales es por lo menos un acto temerario (principio que probablemente pueda hacerse extensivo incluso para todos los “director´s cut” y versiones extendidas del planeta).

 

De Hollywood al Abasto

 

De más está decir que hará las mieles de quienes busquen descubrir, por ejemplo, que la sede de la mega corporación que administra el escudo eléctrico no es otra que el brutalista edificio de la Biblioteca Nacional, o advertir un Max Berliner acomodador del Colón o un Michel Peyronel sevillana en mano. Sus atributos positivos radican en sus escenografías ampulosas y oscuras, el aprovechamiento de locaciones como el entonces abandonado mercado del Abasto, una interesante escena de acción en el subte, y una fotografía siempre deseable de paletas azul y neón característica del cine de género de aquellos años, sumado a algunos toques visuales madmaxianos previos al total abuso de esta estética por el mainstream.

 

No habrá más, final para Highlander en Argentina

Hemos llegado al final de este recorrido, esta es la historia del Highlander 2. En caso de que dicha extravagancia haya despertado en usted el ánimo de acercarse al film recuerde: dicha decisión quedará bajo su estricta responsabilidad. Se solicita tanga a bien rebobinar el videocasete para su devolución.

 

 

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