Gloria, una tormenta a la que habrá que irse acostumbrando
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Gloria, una tormenta a la que habrá que irse acostumbrando

Los expertos advierten de que una 'gota fría' como esta en enero confirma la influencia del cambio climático sobre estos fenómenos.

Sara Chavez | 24 ene 2020

Está lluvia torrencial provocó enormes inundaciones; nevadas copiosas en lugares tan meridionales como Alicante; vientos huracanados y un oleaje nunca visto en la costa mediterránea. En un temporal se suelen dar una, dos o tres de estas condiciones pero la borrasca Gloria trajo las cuatro hasta la península , y con una fuerza que en algunos lugares no se había visto en décadas.  Por supuesto, el temporal, que ayer jueves acabó de remitir, ha sido por ahora el más potente del siglo.

 

El resultado fue de 14 personas muertas y 4 desaparecidas, decenas de heridos, incontables animales domésticos y salvajes ahogados,  miles de árboles derribados, enormes daños en viviendas, negocios, cultivos e infraestructuras, sobre todo en el litoral mediterráneo, y un espacio natural único, el delta del Ebro, casi totalmente cubierto por el agua salada.

 

 

Fue una tormenta  a la que, según los expertos, nos tendremos que ir acostumbrando. Aunque siempre las ha habido, cada vez serán más frecuentes, más repartidas a lo largo del año, debido a los efectos del cambio climático serán de mayor duración y más intensas,  sobre todo en la costa: a mayor altura del nivel del mar y mayor calentamiento de sus aguas, más grande será su capacidad de destrucción.

 

El desencadenante de Gloria fue que una oleada de aire frío  -gota fría o DANA-  procedente del norte chocó con el aire más caliente del Mediterráneo, generando una especie de remolino de baja presión que causó fuertes vientos y arrastró la humedad del mar hacia la costa. Cuando el aire cálido y húmedo ascendió hasta donde se hallaba el aire frío, se condensaron cumulonimbos que descargaron fuertes lluvias.

 

Lo normal es que estás gotas frías se den en otoño en el Mediterráneo cuando el agua de mar lleva varios meses incrementando su temperatura hasta alcanzar las más altas del año pero Gloria ha llegado en enero, cuando tampoco era normal un anticiclón como el que han registrado estos días en las islas británicas, que no se había producido en 63 años y que ha contribuido a dejar actuar la borrasca más tiempo sobre nuestros lares. Así, a un mar más caliente de lo debido a estas alturas del calendario se ha unido el aire más frío del año, lo que ha acentuado el contraste, y aumentado la energía puesta al servicio de la tempestad.

 

La canalización de los ríos, las urbanizaciones e infraestructuras en zonas inundables, las construcciones en primera línea de playa y los espigones se lo ponen más fácil al viento, las inundaciones y el oleaje a la hora de encontrar cosas que arrasar.

 

 

Se han registrado rachas de viento de más de 110 km/h y olas de 8,44 metros (jamás registradas en el litoral mediterráneo peninsular), y en numerosos lugares se han superado los 400 litros de lluvia por metro cuadrado caída en estos últimos cuatro días. "El derretimiento de los hielos del planeta y el calentamiento de los océanos están generando una subida del nivel del mar y una sobrecarga de energía, que se descarga en forma de temporales cada vez más violentos y que penetran más en la costa, provocando, junto a otros factores, mayores daños, como estamos viendo estos días en el Mediterráneo español", señala Greenpeace.

 

Las peores consecuencias de Gloria han sido  las víctimas mortales: cinco en la Comunidad Valenciana, cinco en Cataluña, dos en Andalucía, uno en Castilla y León y otro en Asturias. Además hay  2 desaparecidos en Cataluña y otros 2 en Baleares. Solamente en Cataluña, uno de los territorios más afectados, hubo más de 80 heridos. 

 

Cientos o tal vez miles de árboles, fundamentales para combatir el cambio climático y contener las inundaciones, se han perdido, derribados por el viento o arrastrados por las aguas de los ríos desbordados, que también se han llevado por delante puentes, vías férreas y carreteras, y han inundado viviendas y miles de hectáreas de cultivos que en muchos casos se habrán dañado irremisiblemente, así como numerosas viviendas y establecimientos comerciales. En el lado positivo de la balanza, la nieve acumulada será en algunos lugares muy beneficiosa para los ecosistemas y los campos cuando se funda, y algunos embalses, como los de Sau y Susqueda, en el Ter, en Girona, o el de La Baells, al norte de Barcelona, han quedado llenos a rebosar, lo que ha obligado a abrir las compuertas causando las últimas inundaciones debidas a Gloria aguas abajo.

 

 

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