Esta semana, el Consejo Federal de Educación aprobó un documento en el que apunta a que el ciclo lectivo 2020 continúe el año próximo. No es sorpresivo el planteo si se tiene en cuenta que los estudiantes de las escuelas argentinas ya llevan más tiempo sin pisar los edificios educativos que en ningún otro momento del calendario escolar. El lapso sin asistencia ya alcanza a las vacaciones de verano de los alumnos que no deben rendir ninguna asignatura. Pero las clases siguen: a distancia, por whatsapp, zoom, meet, classroom o como se pueda. Y sin la presencialidad, las diferencias sociales y económicas son las que más se manifiestan: entre el estudiante que no tiene conexión a internet, que solo puede acceder a veces a través del celular de sus padres o el que estudia cómodamente recostado en su cama con la notebook o tablet sobre las rodillas. Derribar esas diferencias sociales y económicas y homogeneizar es la gran tarea de la escuela pública. Más importante aún que enseñar cualquier asignatura.